lunes, 30 de diciembre de 2013

Momento fatídico: la evaluación

Desgraciadamente así fue para la mayoría de ellos, uno de sus peores momentos en todo lo que llevábamos de curso. Se acercaba... ¡¡la hora del examen!!
Los alumnos estaban muy motivados y estaban aprendiendo mucho, incluso siempre trataban de ampliar información y luego la comentaban conmigo o entre los compañeros del grupo. Notaba perfectamente cómo iban progresando. Pero había un "problema", están tan acostumbrados a aprender de una forma sistemática y memorística, que cuando lo hacen de otra forma no se dan cuenta de que aprenden, lo que les crea una gran inseguridad a la hora de que se le evalúe ese conocimiento. Hasta la fecha del examen todo estaba perfecto y les encantaba todo lo que hacíamos en clase, pero en cuanto se acercaba el gran día, empezaron a mostrar esa inseguridad con quejas hacia la "manera nueva de dar clase". A tanto llegó, que me escribieron una carta con firmas para el cambio de metodología, para que volviera a dar las clases como el año pasado (hoja que guardo con mucho cariño), lo cual permitió un debate en clase muy enriquecedor.
Pero pasó el mal trago. Para esta primera ocasión opté por una prueba escrita, por aquello de ir haciendo un cambio progresivo. Y ya noté el cambio. Y no sólo en el aumento de la media con respecto a años anteriores, sino por las respuestas de las preguntas de desarrollo. Respuestas propias de un nivel madurativo superior y con una cantidad de detalles alucinante. Habían superado con creces los miedos que tenían por la forma de adquirir el conocimiento, aunque no todos, como veréis en próximas entradas.

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